Cerebro musical

Aquí está la segunda parte del reportaje «El cerebro musical: el lado científico de la música«. Hoy hablaremos de cómo el cerebro humano decodifica la música. Ya saben que cualquier pregunta o comentario es bienvenido. :]

El cerebro es la sede de la conciencia y la razón. Es el lugar donde se concentra el aprendizaje, la memoria y las emociones. Se encarga de decidir cómo vamos a actuar ante una situación específica e imagina toda una red de posibles soluciones alternas. Por eso es el «órgano estrella» del cuerpo humano. Él equivale al procesador de una computadora: la hace de administrador y regulador de todas las funciones del cuerpo y, de paso, de los sentimientos.

¿Cómo escuchamos?

Para oír y escuchar nos auxiliamos con el aparato auditivo. Éste es el que recibe las señales sonoras, mismas que son convertidas por el cerebro en impulsos eléctricos. Él las decodifica y, dependiendo del momento, causa una determinada respuesta físicas y psicológica en cada persona. Es decir, quien verdaderamente escucha, es el cerebro y no el oído.

The human brain, –como dirían en inglés–, es un órgano complejísimo, del cual falta mucho por aprender. Sin embargo, los expertos concuerdan en que el cerebro divide sus funciones en dos zonas especializadas: una dedicada al razonamiento lógico y otra encargada de los sentimientos. Ambas trabajan siempre en conjunto. Y en cuanto a música se refiere, ellas la perciben y le dan sentido. Por cierto, esta actividad es una de las que más hace trabajar al cerebro.

En la percepción de la música, la interpretación juega un papel elemental.  Un mismo individuo puede experimentar distintas emociones en diferentes ocasiones al escuchar una misma pieza musical, aún cuando la conozca perfectamente.

Los hemisferios y sus funciones

Asimismo, el ambiente y el estado mental que se tenga en ese preciso momento influye en la percepción de la música, pues parte de la experiencia musical se deriva de las proyecciones de los sentimientos. Algunos escritores, incluido Luc Delannoy, sugieren que la música transmite el mismo significado a diferentes oyentes con mayor precisión que el mensaje verbal.

Cuando escuchamos música, lo que percibimos como melodía es sólo una sucesión de notas independientes. El cerebro la convierte en una melodía continua. Sólo podemos percibir una serie de notas como una “melodía” si los tonos están en estrecha conexión. La acústica puede analizar de muchas formas las diferencias entre las notas: según el volumen, el timbre, el tono, el tipo de onda, etcétera.

La manera en la que percibimos la forma de los objetos es muy similar a la que empleamos para apreciar la “forma” en la música. En el sistema visual tenemos receptores y otras áreas que modulan los impulsos que reciben los ojos. Esos impulsos llegan al cerebro a través de los nervios ópticos a la zona dedicada a decodificarlos.

Córtex musical

Cuando vemos algo, el cerebro lo compara con alguna imagen que ya tengamos aprendida. Así es también con la música: el oído la capta, pero el cerebro es el que la decodifica hasta reconocerla y así causar una respuesta física en cada persona.

Por ejemplo, una pieza de música clásica (Aire, de Bach) cuyo ritmo sea de 60 golpes por minuto, relajará eficasmente al sistema nervioso. Esto ocurre gracias a que el ritmo es acompasado y parecido a los latidos de un corazón en reposo. En cambio, la música con alto volumen y tempo más rápido (Tocatta y Fuga en Do menor de Back) pone alerta al cerebro.

Hay teorías que indican la «naturalidad» musical del cerebro humano. Ellas afirman que el cerebro, antes que para el lenguaje u otra actividad, está hecho para entender la música. Además, ésta es tan importante e influyente en el estado físico y anímico de las personas, que se crearon la neuromusicología y musicoterapia entre otras ramas de estudio basadas en la influencia de la música sobre las funciones cerebrales.